La Francmasonería, por la vía del simbolismo, ofrece enseñanzas de moral y conocimiento a través de un proceso progresivo de grados en el que cada vez se incorporan mayores ideas en materias éticas, humanistas y filosóficas, crecientemente complejas. Los miembros asumen con frecuencia desafíos que les estimulan y les llenan de mucha satisfacción personal.
El ordenado sistema de trabajo en las logias y la realización de ceremonias, que usualmente son seguidos por reuniones de sana convivencia fraternal, absorbe a sus miembros y genera entre ellos una amistad desinteresada y recíproca, estimula el trabajo en equipo, desarrolla el carácter y ofrece el placer de las experiencias compartidas.
La Francmasonería no es una religión ni aspira a mostrar un camino de salvación. Sin embargo, alienta a sus miembros a buscar el origen y finalidad de sus existencias para hacerlas más dignas de la sociedad y anima a los que son creyentes a ser honestos partícipes de sus particulares doctrinas.
La Francmasonería no es una organización política, carece de agenda en esa materia y no patrocina discusiones sobre política contingente en sus reuniones de trabajo. Su compromiso es la perfección del hombre como vía para lograr lo mismo con la sociedad.